El gato es un ágil amigo que pronto querrá conocer a los más pequeños de la casa: se subirá a las cunas y sofás, olerá las ropas del bebé o investigará en el cuarto de los niños para descubrir sus juegos.
Gracias a su agilidad, tamaño y rapidez, los gatos consiguen huir de los niños, a los que en más de una ocasión se les escapa algún manotazo. Los más pequeños se sienten atraídos y muy impresionados por este animal, de ahí que intenten descubrir e indagar sus movimientos.
A menudo se escucha, conversando con los dueños de gatos y padres de familia, cómo el gato tolera y soporta estoicamente los estirones, enganchones y pellizcos de los niños de la casa. Actos que, desde luego, habrá que corregir lo antes posible. Otras veces, los disfraces o juegos a la hora de la comida convierten en auténticos protagonistas a los gatos, por lo que su paciencia queda más que probada.
El bebé, rodeado de un olor especial a leche y a papilla, duerme casi siempre custodiado por el gato de la casa. Sin embargo, es conveniente que se mantenga fuera de su habitación. De ahí que, tanto por higiene como por la temprana edad del recién nacido, debamos dejar las habitaciones cerradas para que el gato no entre hasta que el niño sea un poco más mayor.
A partir del año y medio, más o menos, el gato despierta gran interés en el niño al ver que se mueve con una mayor rapidez. El niño intentará jugar con su rabo y agarrarle de las patas. Por eso el gato no tendrá más remedio que huir y saber controlar sus uñas. Este ha sido siempre el gran temor de los padres. Los gatos reciben una primera educación en su camada, más tarde en nuestros hogares. Se les enseñará cómo y cuándo deben defenderse con las uñas y cómo no deben usarlas con los niños.
También es fundamental inculcar desde bien jovencito al niño el respeto por el animal que tiene en casa, sea éste un perro, gato, tortuga o canario.
Deben participar en cuanto sea posible de la higiene, alimentación y cuidados del niño y hay que hacer que el gato respete las horas del sueño de los niños. Los gatos tienen que aprender a no molestar si no quieren jugar.
Mayor importancia adquiere cuando se trata de un hijo único en casa, ya que puede compartir sus momentos de juego con el animal y desarrollar un estrecho vínculo que le ayude a relacionarse con los demás niños, interiorizando los valores del compartir, del ayudar, de la mutua interacción, etc., algo que resulta más difícil en los niños hijos únicos que no comparten su desarrollo con otros seres.
Aquí la ventaja del gato frente al perro es clara porque desaparece escondiéndose a cierta altura o en lugares difíciles de encontrar.
El niño que ya ha disfrutado del cariño y el juego de un gato en casa sentirá una estrecha relación si algún día ve ante sus ojos, y de cerca, el momento de la reproducción.
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