¿Alguna vez se le cruzó por la cabeza que su mascota es tan inteligente que sólo le faltaría hablar? ¿Y que su compañía puede hacer mucho por su salud física y mental?
Basta con ir a una plaza temprano por la mañana para ver cómo los dueños les hablan a sus perros, un jubilado es bienvenido por una bandada de palomas, o una vecina "mascotera" recibe muestras de afecto de los más de diez gatos.
En los últimos 15 años, científicos de todo el mundo establecieron que los animales tienen un valor terapéutico. En Cambridge, Inglaterra, descubrieron que un mes después de "adoptar" un gato o un perro el dueño siente una "significativa" reducción en padecimientos menores.
El Instituto de Investigaciones Baker, de Melbourne, Australia, mostró que los beneficios para la salud son todavía más importantes. Un estudio en 6000 pacientes reveló que los que teñían mascotas tenían menor presión sanguínea, menores niveles de colesterol y menor riesgo de ataque cardíaco.
Hace una década, las emociones y capacidades cognitivas que solemos atribuirles a nuestras mascotas habrían causado risa entre los estudiosos del comportamiento animal. Pero este año, los etólogos más reconocidos del mundo se reunieron en Hungría para reivindicar, de alguna manera, esa percepción popular.
¡Guau! ¡Miau!
"Antes, los científicos se referían a los animales como máquinas de reflejos que sólo reaccionaban a los estímulos de su entorno. Hoy sabemos que su cerebro es muy parecido al nuestro en cuanto a sus estructuras internas, pero en la mayoría de los casos es mucho más pequeño. Por eso, las emociones y los sentimientos son frecuentes en el reino animal, aunque existe una gran diferencia entre nosotros y ellos", explicó a LA NACION el doctor Vilmos Csanyi, miembro de la Academia Húngara de Ciencias, que participó especialmente invitado en ese primer Foro de Ciencia Canina.
Por vía electrónica desde Budapest, el autor de 24 libros sobre comportamiento animal y más de 200 trabajos publicados explicó: "Cuando un animal le tiene miedo a algo, tiene una sensación real. Si un ser humano siente lo mismo, elabora esa sensación y la transforma en una estructura grande y compleja (como la idea del mal) que le produce ansiedad. Los animales tienen una imaginación muy limitada, pero tienen sentimientos. Las mascotas piensan en imágenes; nosotros lo hacemos en imágenes e ideas. Esa es la gran diferencia".
Durante la reunión en Budapest, más de 200 etólogos concluyeron que los perros, por ejemplo, tienen cierto sentido del bien y el mal que les permite "negociar" en el entorno social humano. El hecho de que un perro no "confunda" el juego con la lucha, por ejemplo, es un signo de que los animales de compañía cumplen reglas y espera lo mismo de los demás, como lo demostró el biólogo Marc Beckoff, de la Universidad de Colorado, en los EE.UU.
La doctora Akiko Takaoka, de la Universidad de Kyoto, en Japón, fue más allá al afirmar que las mascotas no sólo se pueden comunicar con nosotros a través del lenguaje corporal y gestual, sino que también pueden distinguir características propias del habla, como el tono, y hasta si la voz pertenece a un hombre o a una mujer.
"Las habilidades cognitivas de los animales se corresponden con su entorno y los problemas que deben resolver. Nuestro entorno social e interacciones con otros seres humanos son más complejos, y por eso tenemos habilidades cognitivas más sofisticadas", precisó Csanyi, profesor emérito y fundador del Departamento de Etología de la Universidad Eötvös Loránd.
A diferencia del ser humano, dijo, la mayoría de los animales poseen capacidades especiales para enfrentar problemas específicos y no pueden hacer generalizaciones. A la vez, entre los animales, hay matices que los diferencian: "La comprensión social de los perros es altamente sofisticada porque su entorno es el del ser humano -señaló el autor de Si los perros pudieran hablar -. Sienten empatía hacia nosotros; comprenden y aceptan reglas simples; nos pueden imitar y hasta pueden cooperar con nosotros".
Una familia especial
La familia de Luciana Quaini está integrada por su esposo, su hijo Fede, de 2 años y 4 meses, y tres gatos recuperados de la calle: Pascual, Pelusa y Manola. Aunque son naturalmente menos dóciles que los perros con los que ella creció, los tres felinos gozan en la casa de la mejor reputación. "Son muy inteligentes; perciben todo los que nos pasa y son todo cariño", enumera Luciana. "Les hablamos todo el día, y cuando llegamos de la calle, los saludamos, y Fede les da besos y les cuenta todo lo que hizo. También aprende con ellos, porque sabe qué es un bigote, una oreja, los ojos... Cuando crecen con animales, los chicos aprenden a no maltratarlos y a llevarse mejor con los demás."
Según un estudio realizado hace 25 años y muy citado aún, convivir con animales no sólo proporciona compañía, sino que también da seguridad y satisface la necesidad naturalmente humana de tener alguien a quien cuidar y que nos necesiten. Algunos especialistas consideran que las mascotas hacen más que las píldoras. Por ejemplo, un estudio japonés descubrió que los mayores de 65 años que tenían mascotas hacían un 30% menos de visitas al médico.
Los chicos con discapacidades mentales y físicas forman un vínculo particularmente intenso con los animales. El próximo miércoles, entre las 9 y las 18, se abordará en la Rural el uso de la equinoterapia en el tratamiento de personas con necesidades especiales, con la presencia de especialistas argentinos y extranjeros.
En Gran Bretaña, algunas prisiones ahora propician que los internos tengan pájaros, peces e incluso gatos. Afirman que es, para algunos, la primera oportunidad de experimentar lo que es dar y recibir afecto. Un descubrimiento sorprendente es que algunos perros pueden anticipar ataques epilépticos, aparentemente detectando cambios sutiles en sus dueños.
De los tres gatos de la casa de Luciana, Pascual es el más juguetón, pero el más difícil a la hora de la comida. "Lo tenemos que llevar al patio porque nos saca la comida del plato", dice. Pero como bien puede confirmar cualquier dueño de una mascota, todas tienen un gran sentido social: "No saben discriminar -resume la mamá de Fede-. No les importa si un chico está en silla de ruedas o si una persona es ciega". En ese sentido, según parece, nos habrían superado.