La suerte de las mascotas




Muchos se escudan "ante su propia verdad" a la hora de tomar conductas drásticas en lo relativo al mundo de los animales y se apoyan en frases manidas como: los animales son incapaces de responder órdenes de los dueños cuando se acuerdan que son animales. Por suerte, para muchos, se esclarecen estas teorías erróneas acerca de las mascotas que elegimos para el hogar y que pueden convertirse en una especial compañía durante una buena parte de nuestra existencia.

Lo cierto es que desde tiempos remotos se atribuye a los caninos la condición de ser el mejor amigo del hombre. El perro, por ejemplo, ha convivido con los humanos por más de 14 000 años. Además fue el primer animal domesticado.

En la actualidad el atributo de mascota es compartido con: felinos (no solo los gatos), peces (incluso pirañas), aves, reptiles u otras especies que resultan inverosímiles para la convivencia. Sin embargo, cualquiera de los animales seleccionados llega a ser considerado predilecto y hasta gozar, en ocasiones, de merecidos privilegios sin que reparemos en su extravagancia. El cariño y la atención que se le profesa a un ser viviente es relativo al grado de afectividad que haya en cada individuo.

Al pasar, hace unos días, frente al portal donde conversaba un matrimonio observé cómo fueron capaces de echar a punta de pies a un cachorrito que a simple vista se mostraba enfermo, o al menos insuficientemente alimentado. Por su parte, la madre del escuálido pequeñín intentaba refugiarse bajo el banco del portal de estos ciudadanos, mientras su retoño lloriqueaba sin consuelo ante la insensibilidad mostrada por aquellas personas que sin escrúpulos de ningún tipo los obligaban a enfrentar el fuerte aguacero sobre la calle.

Los caninos buscaron, entonces, protección en otra casa cercana. Allí, como una "Ada madrina", los recibió una joven que al verlos llegar empapados les socorrió y les trajo un platito que rápido compartieron. Aquella suerte de banquete consistía en una pequeña porción de leche.

No se trata de si somos más o menos escrupulosos o sensibles ante la calamidad ajena; si disponemos o no de un poco de leche (como en este caso), de si los inesperados visitantes ensucian el piso. Se trata de la calidad humana que se puso en práctica en la escena que presencié. Hechos como estos, ocurren en nuestra presencia. No obstante, dejan mucho que desear en relación con los sentimientos de las personas que protagonizan, precisamente, actos de desafecto como el descrito y acentúan la pérdida de valores porque no se tuvo en cuenta la necesidad de una madre al intentar proteger a su cachorro en un entorno adecuado.

Cada mañana recorro la vecindad y al mirar hacia aquel portal reconozco a los afortunados perritos que retozan en su nuevo hogar. Situaciones como esta invitan a la reflexión y nos proponen tener en consideración las necesidades afectivas para el desarrollo y cuidado que solo podemos brindar a los más indefensos. No podemos negar que ante la soledad, la apatía y el estrés, una bonita o fea mascota pueda resultar un indicador de prisa (contra el tiempo).

Prefiero, ahora, consignar estas recomendaciones sobre todo para mostrar a las nuevas generaciones que en la familia debe imperar amor y respeto por los animales y plantas. El acto de adoptar un animal implica una serie de requerimientos. Una vez tomada la decisión debemos ser responsables de los actos que asumimos, sobre todo cuando se trata de transmitir mejores ejemplos.

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